Super 8, o de como ví una película de Cine Shampoo en el cine.
(Antes de empezar, quiero decir que J.J. Abrams es el creador de series como Lost, Fringe y Felicity. Y es la única referencia a ello que voy a hacer al respecto.)
Mientras salía del cine pensaba en ciertas cuestiones de acercamiento generacional. No solo las que están implícitas en Super 8, sino las que me rodean a mí mismo. Yo mismo pertenezco a una generación que nació con un reproductor de VHS en casa, por lo tanto tuvimos acceso a centenares de películas de diferentes épocas, géneros y directores. Asi como los pseudo especialistas en las revistas dominicales se preguntan si podríamos sobrevivir sin un teléfono celular, a mí se me hace difícil pensar que hace apenas 30 años atrás la única manera de ver ciertas películas era a través de un cineclub o de un cine barrial que se haya encanutado alguna copia.
Esta generación, la inmediatamente anterior a la mía (si tomamos en cuenta que la definición de generación establece que las separaciones son de a 30 años) fue la que sintió el impacto de la aparición de los sistema de videos hogareños. Ellos fueron los que por primera vez tuvieron a la alcance de un local de barrio películas que, o habían escuchado por sus padres, o habían escuchado al pasar, o simplemente no sabían que existían. El mercado estaba abierto, y una generación de cinéfilos tuvo parte de su piedra fundacional allí. Pero por otro lado, casi de manera casual, la factoría de cine norteamericano estaba planteando cierto revisionismo a la hora de contar los relatos, sobre todo gracias al renacimiento del “cine de aventuras” que supo inaugurar La Guerra de las Galaxias a fines de los ’70 e Indiana Jones a principio de los ’80. De repente, en los cines se estrenaban películas que, a los ojos de la prensa contemporánea, podían llegar a ser efectivas pero banales. Fue con el correr del tiempo que se alzaron como ejemplos de narrativas clásicas, con relatos atractivos (incluso traspasando barreras generacionales, como nos enteraríamos después) y directores que reivindicaban el cine que veían cuando jóvenes.
Lo cual nos lleva al otro salto generacional, cuando los Steven Spielberg, George Lucas y Joe Dantes de este mundo eran jóvenes que veían películas en algún cine o, en su defecto, las creaban con las cámaras de 8mm. Una generación de cineastas, que nutre a una generación de cinéfilos y cineastas, que nutre a otra generación de cinéfilos. Una suerte de cadena de favores, sin el chico de Sexto Sentido muriéndose al final.
Si, me extendí un poco. Pero todas estas cosas empezaron a surgir mientras salía del cine e intentaba buscar una manera de explicar lo gratificante que fue haber visto Super 8 y de cuanto me hizo recordar esas películas ochentosas (suena despectivo, pero no es la intención) casi religiosamente los sábados a la tarde después de algún episodio de Cuentos Extraordinarios en el “Cine atp” de Canal 13.
J.J. Abrams estaba bastante lejos de Buenos Aires durante las proyecciones sabatinas del canal de Clarín, pero no lejos del efecto que produjeron esas películas al momento de su estreno. Analizando un poco sus únicas experiencias como director de cine, llenas de una parafernalia de efectos visuales o de acción, hay una suerte de reivindicación al cine que lo precedió, una especie de nostalgia imperceptible, que se combina perfectamente con un estilo propio que se va refinando conforme siga filmando. Estamos hablando del hombre que logró filmar una buena Misión: Imposible (teniendo que lidiar con el bodrio de la secuela anterior y con Tom Cruise en su pico de decadencia cientológica) y revitalizó la franquicia Star Trek, con aprobación tanto del trekkie absolutista como del que no sabe qué es un Vulcano.
La otra cara importante en el proyecto es, por decirlo de alguna manera, el que generó tácitamente todo esto. Porque si hay algo que no puede negársele a Steven Spielberg es que influenció a toda una generación. Ya ni siquiera de cinéfilos ni de directores, sino de personas comunes y corrientes que fueron alguna vez al cine y creyeron por dos horas que Richard Dreyfuss casi es devorado por un tiburón, que un extraterrestre se había perdido por estos lares y que efectivamente había clonado dinosaurios para adaptar las desventuras ideadas por Michael Crichton.
El universo básico del cine de Spielberg está servido, de tal manera que ubicar temporalmente la narración en los ’80 es simplemente una excusa para el homenaje. La conmemoración de una época donde el cine de aventuras también tiene un costado afectivo. Incluso tratando temas que son tópicos claves en las películas de Spielberg, como la influencia de la figura materna en el protagonista o la clásica trama de iniciación en la que se ven envueltos los protagonistas. Todo al servicio de la cita, pero sin perder de tema la trama. Una excusa pequeña, como un grupo de chicos que están filmando una película en 8mm, como los jóvenes Spielberg, Lucas o Dante podían llegar a hacer, que terminan siendo testigos de una trama macro, detonada por el descarrilamiento de un tren (escena subida a IMDB). A la vieja usansa, es muy claro quiénes son los buenos y quiénes no. Esto es cine de aventuras señores, y bien le queda el género.
Super 8 es lisa y llanamente un homenaje a ese cine de aventuras de los ’80, con el presupuesto y capacidad de producción que se tiene hoy en día. Alguien puede llegar a decir que la fórmula es Los Goonies + ET + Cloverfield y no estaría tan errado. Pero también hay un elenco bien elegido, una trama que tiene momentos de descanso pero cuando levanta, no baja. Hay que tener en vista al grupo protagónico, sobre todo a Elle Fanning, que se maneja de manera natural con tan solo 12 años al momento del rodaje.
Super 8
E.E.U.U., 2011
Director: J.J. Abrams
Producción: J.J. Abrams, Bryan Burke y Steven Spielberg
Elenco:
Joel Courtney (Joe Lamb)
Kyle Chandler (Jackson Lamb)
Elle Fanning (Alice Dainard)
Riley Griffiths (Charles)
Ryan Lee (Cary)
Etiquetas: 2011, J.J. Abrams, Retro, Steven Spielberg